El mejor restaurante de San Vicente. Desde que el chico rubio de la terraza te acompaña a la mesa hasta que te sirve el postre. Comida increíble y asesoramiento inmejorable. El camarero nos aconsejó y comimos arroz, croquetas, chipirones, rodaballo... Y lo más importante, acertó con el vino. Teniendo en cuenta que estamos en el norte, la amabilidad brilló y no faltó ni un detalle.
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